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Elipsis

Esta es, a mi parecer, una de las mejores elipsis de la historia de la literatura y el mejor uso del reflexivo por parte de un narrador omnisciente, que, además, está escribiendo en primera persona su autobiografía. Las cursivas y negritas son mías.

[…] Estuvimos casados con mucho gusto más de año y medio, queriéndonos el uno al otro. Y cierto fuera que era tanto el respeto que la tenía que, a veces, fuera de casa, no me quería cubrir la cabeza delante de ella; tanto la estimaba, en suma. Yo tenía un amigo que le hubiera fiado el alma; entraba en mi casa como yo mismo y fue tan ruin que, no mirando a la gran amistad que había entre los dos, comenzó a poner los ojos en mi mujer, que yo tanto amaba y, aunque yo veía algunas cosas de más cuidado en el hombre de lo ordinario, no pensé en tal cosa, hasta que un pajecillo que tenía me dijo "Señor, ¿en España los parientes besan a las mujeres de otros parientes?". Dije "¿Por qué lo dices?". Respondió "Porque fulano besa a la señora y le mostró las ligas". Dije yo "En España se usa, que si no, no lo hiciera fulano" —que no quiero nombrarle por su nombre a ella ni a él—, "pero no lo digas a nadie más; si ves que lo hace otra vez, dímelo para que yo se lo diga". El chiquillo me lo dijo otra vez y, en suma, yo, que no dormía, procuré andar al descuido con cuidado, hasta que su fortuna los trajo a que los cogí juntos una mañana y se murieron. Téngalos Dios en el cielo si en aquel trance se arrepintieron. Las circunstancias son muchas y esto lo escribo de mala gana. Solo diré que de cuanta hacienda había no tomé un dinero, mas de mis papeles de mis servicios, y la hacienda la gozó un hijo del primer marido.

Alonso de Contreras, Vida de este capitán, en la (excelente) edición de Reino de Redonda (Barcelona, 2008)

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