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Presentación

Buenas tardes a todos.

Me pide mi buen amigo el editor del libro que oficie de maestro de ceremonias (tal consta en el billete de invitación que habrán recibido): a mí, que no me atrevería a ser maestro de nadie ni me agradan las ceremonias de ningún tipo. Quizás porque presentador de la presentación sea vitola redundante y nada literaria aunque, espero, ligera.

El editor, como no puede ser de otra manera, disculpa su invisibilidad patológica por motivos de salud. Durante su último duelo a primera sangre, mientras huía convenientemente, fue herido en la nalga izquierda. Padrino suyo en aquella ocasión tan ignominiosa como aventurada, yo mismo también fui herido en la derecha, algo que, puesto que es la que menos utilizo, no me ha impedido sustituirle.

Aunque no he venido a hablar de este (que no es mi) libro, me permito decir algo antes que nadie, que para eso hoy raciono yo los turnos. Desde su propia forma impresa este es un auténtico libro de lance (de lance de armas). Espalda contra espalda, sus dos partes están prestas a caminar en sentido opuesto para enfrentarse a cada paso, a cada página… Su desafío es excelente; y no es halago. Excelente en lo físico: encuadernado con cuerpo, musculado pero grácil, de epidermis tersa con tacto apretado y suave… También en la forma, alcanzada gracias a un ejercicio y adiestramiento concienzudos (apenas una sola errata, dejada adrede por el editor como quien se bate con la mano izquierda siendo diestro: para solaz de buscones). Y, finalmente excelente en el desarrollo de la lid: el capitán Conrad y el comandante Rodera se desafían con nobleza y arrojo. Léanlo. Por supuesto, no dejaré de recordar a un tercer hombre (siempre hay uno): Mikhail Turgemán, portador de las armas, traduttore e traditore…

Por otra parte, digamos que Joseph Conrad (nacido Korzeniovski), como casi todas las personas famosas de este mundo, pasó parte de su infancia en León (en este caso en Lvov, antigua Polonia y actual Ucrania). Fue suicida inexperto, marinero melancólico e inglés adoptivo para muchas de sus aficiones. Gerardo y Turgemán, también.

Hay otro invitado, el cine de Ridley Scott (si no han visto aún la película, qué suerte…). Desde que leí el texto de Gerardo me ronda la misma idea acerca de Scott (y de Conrad): las tres películas con las que abre (y casi cierra) su nada desdeñable aportación al cine componen una trilogía. Las tres abordan el mismo duelo que tan puntual se relata en la primera (la que nos trae aquí), las tres enfrentan a los mismos personajes, retratan las mismas emociones y análogos dilemas. Aunque cambie la tramoya. De cierta manera Feraud es Deckard y es Alien; mientras que D'Hubert es Roy (el Nexus 6) y la teniente Ripley. Scott agotó las posibilidades del tema porque se decantó luego por seguir el hilo de la pugna, el desarrollo de la acción (algo muy hollywoodense), mientras que Conrad dedicó su carrera a explorar los pliegues de conflictos morales cuyos motivos poco importan al fin. Así es que, en definitiva, Scott le debe a Conrad lo mejor de su carrera. Conrad, por el contrario, no debe nada a nadie.

Tampoco Gerardo Rodera. Con ser excelentes, lo mejor de las páginas que Gerardo dedica a la película son aquellas en que habla de muchas cosas que no son esa película (o lo son de forma velada). Descubrir que Gerardo escribe estupendamente, que da gusto leerle, no fue para mí una sorpresa, sino una confirmación. Habla con tal pulcritud, clarividencia y regocijo del cine y de la vida que es el cine (y el cine que es la vida), que apenas ha cambiado, simplemente, de interlocutor, para hablarle al papel. Ese “simplemente” consiste en multitud de horas luminosas y sombrías, recelos y miedos disimulados, manías y extravagancias bizarras… en fin, lo que se espera de un duelista comme il faut.

Termino. Hay muchos juegos de palabras que podríamos hacer con los presentes. Desde las “Gs” (ese punto…) que detectó Gabriel (Griffin, Gerardo, Gabriel, Grau…) hasta la homofonía entre Gabriel Feraud y Gabriel Quindós. Este último, a mi derecha, en la nalga mala, es autor de la casa (una casa reservada pero muy confortable), el único que ha repetido (creo), y aunque no hemos venido a hablar de su libro, hoy también nos acompañan Otras nubes, otras lluvias (ya está bien, Gabriel, haz algo por favor…), otro libro conradiano, otro libro de exiliado y pendenciero a la fuerza… Gabriel, ustedes lo saben, está en todas partes. Si no ha llegado, hay que esperarle para comenzar. También por eso hoy está aquí y, desde ahora, él tiene la palabra.

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Hasta aquí esta presentación. Sin más ceremonias.

Ahora pueden pasar a que Gerardo les firme ejemplares (Conrad no pudo venir) y acto seguido a degustar un vino gentileza del editor al cuidado exquisito de Amor verdadero (los Nistal, también son autores de la casa). También el vino hoy es un (gozoso) enfrentamiento. Tienen dos opciones, según rezan las resueltas etiquetas de sus botellas, desde la Picardía aristocrática a la bravía Gascuña. Presten atención: su elección puede condicionar la velada; en garde!

Muchas gracias a todos.

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